Julio, un reciclador de 50 años de edad, sale a reunir 50 soles al día, a pesar de la cuarentena. Como a muchos, no le ha tocado ningún bono ni canasta del Estado.
Doblemente expuesto: a la contaminación y al COVID-19. Así encontramos a Julio, mientras escarba en un montículo de basura, cerca del mercado mayorista Tres Estrellas.
Escuchamos decir al presidente Martín Vizcarra Cornejo: “¡Quédense en sus casas!”. Pero, ¿qué pasa cuando no todos tenemos los mismos privilegios y comodidades para afrontar esta pandemia en confinamiento? Cuando el hambre llama, no queda de otra que salir a la calle a buscar el pan de cada día. Y esto lo sabe muy bien Julio Juárez, de 50 años de edad.
Julio no ha recibido ningún bono económico por parte del Estado y es uno de tantos peruanos que salen día a día de su casa para ganarse la vida, a pesar de que nos encontramos en pleno estado de emergencia por la pandemia del COVID-19.
Mientras recoge botellas de plástico, latas de leche, revistas viejas, cartones y más desechos aprovechables de la basura callejera, bajo el incandescente sol, nos cuenta que esta es su rutina de todos los días y empieza desde muy temprano. Sin embargo, le toma mucho reunir lo suficiente. Ya casi es la 1.30 de la tarde y aún no ha completado para ganarse, por lo menos, 50 soles. “Tengo que juntar y vender para obtener para mi mercado; de esto estamos viviendo”, menciona.
En su casa, allá en el pueblo joven San Juan, viven siete personas: su papá, sus hermanos y sus sobrinos, uno de ellos un bebé aún. Su papá, de 85 años de edad, era reciclador, pero debido a su avanzada edad ya no puede salir. Julio ha tomado este puesto y ahora es el único que sale a la calle a recolectar la basura que la gente vota a la calle.
“Llego a casa y separo lo que se puede vender. Luego, lo llevo al frente de la iglesia de San Juan, a venderlo. Pero ahora ha bajado el negocio. La botella de plástico estaba 40 céntimos, ahora ha bajado a 20; la lata estaba a 60 céntimos, ahora se paga 30”, detalla.
Él trabajaba en una empresa harinera, pero como todo se ha paralizado, está desempleado. “Como ahorita no tengo trabajo, tengo salir en el triciclo. Recorro el campito de San Juan, llego a Villa España y de ahí hasta Tres Estrellas, por el mercado mayorista. A veces algunos vecinos me piden botar su basura, les ayudo”, comenta.
El riesgo de contraer el COVID-19 existe y él se expone a diario, a pesar de tener mascarilla y guantes. Incluso se arriesga a contraer otra enfermedad. “De aquí llegó a bañarme, cambiarme, desinfectarme con alcohol; mi ropa la lavo o sino la boto a la basura”, dice mientras se prepara para ir a buscar más botellas de plástico.
Julio no tiene intención —tampoco la chance— de dejar de salir a reciclar. Actualmente, la economía de su casa depende de él y de su papá, un pescador jubilado que recibe menos de 200 soles al mes. “Mis hermanos ahora no están trabajando”, menciona.
“Dicen (que la cuarentena será) hasta el 12, luego dicen hasta junio. Ya la gente está cansada. De repente, ahora van a decir hasta junio (…). Pido ayuda para la gente; víveres, agua, alimentos para los bebés (sus sobrinos), pañales, leche”, señala al finalizar nuestro breve diálogo. Se aleja y regresa a seguir buscando en la basura.
(Redacción El Ferrol)