Cuatro hijos de este puerto cuentan su rutina en países donde no hay cuarentena total, a pesar del avance sin tregua de la COVID-19.
¿Cómo la están pasando los peruanos que no viven en Perú en estos tiempos de pandemia? ¿Con qué están lidiando? ¿Es más difícil que aquí? Esas fueron algunas de las preguntas que nos planteamos y que nos llevaron a encontrar a estos cuatro paisanos dispersos en países que, a diferencia del nuestro, no han aplicado cuarentenas totales y tienen, eso sí, resultados distintos.
EXPERIENCIA CHILENA
En Chile, nuestro vecino del sur, las cifras de enfermos de COVID-19 son menores a las nuestras. A la fecha, ya son 10 832 casos positivos y solo 147 fallecidos, contra los 17 837 positivos y 484 fallecidos de Perú.
En el país de la estrella solitaria no hay cuarentena total. La primera medida que realizó el presidente Piñera fue suspender las clases en la quincena de marzo y luego declaró en estado de catástrofe a todo el territorio chileno por un periodo de 90 días.
Esta última medida incluye restricciones a algunas reuniones sociales en espacios públicos, asegurar la distribución de bienes y servicios básicos, y establecer toques de queda. Así como las cuarentenas de una semana para las comunas donde hay más casos nuevos.
Leonardo Brito More vive en Chile. Específicamente en la comuna (o municipalidad) de La Florida, en Santiago. Llegó allí a los 18 años de edad buscando mejorar su economía. Ahora, a los 25 años de edad, lo ha conseguido con base a su esfuerzo. Sin embargo, no todo es perfecto.
Él es padre de dos niños; ambos ya fueron vacunados contra la influenza. Pero, el último, de cuatro años de edad, se enferma de males respiratorios cada vez que llega el invierno —sufrió de neumonía a los meses de nacido— y pertenece a la población vulnerable del COVID-19. Así que por estos días, la mayor preocupación de Leonardo es luchar para que su pequeño no se contagie del nuevo coronavirus SARS-Cov-2.
En La Florida, la vida de Leonardo transcurre casi con normalidad, pues allí no hay cuarentena total. Sin embargo, sí existen algunas restricciones como el toque de queda desde las 10 de la noche hasta las 5 de la madrugada. “Lo raro es ver pasar a la gente con mascarillas”, menciona.
Tras un breve descanso, regresó a su trabajo, en la comuna Lo Barnechea, el 13 de abril, donde se cumplió una cuarentena por dos semanas, pues allí se presentó el mayor número de casos con COVID-19.
“Tengo que ir (a trabajar) porque nos pueden echar. Tengo contrato y la cuarentena termina el lunes (13 de abril), entonces, obligado a ir, sino después es más difícil encontrar trabajo”, nos contó unos días antes de retornar.
El miedo a contagiarse es inevitable y más cuando en casa le espera un pequeño que ya sufrió de neumonía. Pero, tiene que trabajar porque de él depende la economía de su hogar.
“Los alcaldes de cada comuna le están exigiendo al presidente que sea una cuarentena total. El presidente no quiere dar cuarentena a todos”, comenta.
En el país donde radica hace más de siete años la salud es pública. Sin embargo, para que alguien se realice un examen y descarte que sea positivo de la COVID-19, debe pagar 25 000 pesos (120 soles). “Si tienes síntomas y estas mal te hacen la prueba gratis, pero tienes que estar mal, sino, te cobran 25 mil pesos el examen”, narra Leonardo.
Un martes en el paradero de la comuna La Florida ,en Santiago de Chile.
Al norte de Santiago, en Independencia, vive Jhon Juárez Acosta, un chimbotano de 28 años de edad. En esa comuna también se aplicó una cuarentena de siete días. Él acató la disposición, pero ni bien acabó, volvió al trabajo porque —enfatizó— su economía no es la mejor y tampoco la del país.
“Recordemos que aquí en Chile pasó un estallido social que provocó caos. Ya había una crisis social y económica en el país. Sumado a esto, la gente ya se dio cuenta que como gobierno, (el chileno) no es el más competente; la gente ya se dio cuenta”, expresa.
Para él, el gobierno peruano está realizando un mejor trabajo que el chileno ante la pandemia. “Yo siento que el Perú está adoptando mejores medidas que este país. También (se sufre) por el tema económico, pero deben obedecer a las autoridades. Creo que Vizcarra es mejor comunicando, a comparación del presidente de acá”, opina.
Pero, ¿qué pasa con las personas que dejan de laborar durante las breves cuarentenas chilenas? En Chile existe el llamado seguro de cesantía, una protección económica en caso de desempleo y muchos acceden a ese dinero.
“Aquí se trabaja por un seguro de cesantía, que es un fondo que tiene cada persona. Las personas que se queden sin trabajo pueden acceder a esa cesantía”, explica Jhon.
Lamentablemente, agrega, esa cesantía no dura mucho y eventualmente se producen despidos. “Los que tienen trabajo tenían que hacerlo desde sus casas; es un tema del empleador. En muchos lugares hubo despidos”, refiere.
El presidente chileno está a punto de dar luz verde el regreso a las aulas y reabrir los malls y eso tiene a los ciudadanos enfurecidos. “Ya está habiendo manifestaciones. Y se supone que el 27 habrá una (manifestación) más grande”, menciona.
En casa de Jhon nadie padece de enfermedades respiratorias; vive con su hermano y sus sobrinos. Pero el temor al contagio es igual de alto, pues él sale a trabajar y podría llevar el mal hasta los suyos.
El Metro de Santiago en tiempos de coronavirus. Los chilenos se alistan para una próxima protesta el 27 del corriente.
TRUMP AL MANDO
Estados Unidos es hoy la actual capital mundial de la pandemia. Tiene ese título porque cuenta con cifras que han superado al mismo país donde se originó todo, China. El país norteamericano ya tiene hasta la fecha (21 de abril) 823 610 casos positivos y 45 105 fallecidos.
Iván Luján Gonzáles tiene 48 años de edad y sufre de asma. Desde hace 18 años vive en Hartford, capital del estado de Connecticut. Desde muy temprano sale diariamente a ganarse la vida. Él se desempeña como conductor de entrega de paquetes, es decir trabaja haciendo delivery.
En su estado no existe una cuarentena como tal, pues, como él mismo señala, la gente puede salir a caminar, a correr o a pasear al perro. Pero las clases en los colegios y universidades sí han sido suspendidas. “No hay una cuarentena obligatoria, pero siempre se conserva la distancia social”, menciona.
Iván comenta que siempre tiene temor de acercarse a la gente, a su familia, pues él no ha dejado trabajar. En su casa viven seis personas, cuatro adultos y dos niños. Felizmente, ninguno ha presentado síntomas de COVID-19.
“El gobierno ha dicho que enviará un cheque para algunos gastos esenciales y comida, ya que muchas personas no están trabajando”, narra Luis respecto a la ayuda económica establecida por el presidente Donald Trump.
Así como en Perú, allá también tendrán ayuda monetaria que llegará para todas las familias; el monto dependerá de cuánto gana la persona al año y del número de integrantes de su familia.
La rutina de Iván no ha cambiado mucho. Su día a día transcurre en entregar paquetes a domicilio y llega muy tarde a casa. Pero, es consciente de que esta pandemia durará para rato, pues las clases en los colegios, que al principio fueron suspendidas por dos semanas, ahora están detenidas por tiempo indefinido. “Es posible que se cancele el año escolar y tengan que repetir el grado”, comenta.
Iván cree que obedecer las medidas de seguridad y la cuarentena es primordial para detener la propagación del nuevo coronavirus. Critica que en el Perú haya cuarentena total y muchos se rehúsen a acatarla. “Eso de que ‘yo soy el vivo’ no aplica en estos días”, sentencia.
Los días de Iván transcurren como conductor de entrega de paquetes para FedEX.
En el norte de Springville, ciudad del estado de Utah, vive Carol. Usa ese nombre por su condición de ilegal. Ella es una joven enfermera de 23 años de edad, quien radica allí ya hace un año y medio. A pesar de la propagación de la COVID-19 en su estado, su día a día no ha cambiado, su rutina sigue siendo la misma.
En Estados Unidos, ella no ejerce su profesión y trabaja en una fábrica que produce alimentos. Todos los días desde muy temprano sale rumbo a su centro de labores; su horario habitual es de 7 de la mañana a 4 de la tarde. “Estos días hay mucho trabajo y me quedo hasta las 8 (de la noche) dependiendo la hora que acabe”, asevera.
Carol menciona que una de las primeras medidas que adoptó el gobierno norteamericano fue el llamado “Stay safe, stay home”, es decir el aislamiento social que en Perú llamamos “Quédate en casa”.
Sin embargo, el presidente Trump no ha decretado una cuarentena obligatoria en todo el territorio estadounidense sino solo en los estados donde hay más casos de COVID-19; es decir, la misma estrategia de Chile.
“Yo decidiré sobre el confinamiento, no los gobernadores”, ha dicho Donald Trump a la prensa. Actualmente, el presidente de Estados Unidos está planeando reunir grupos de trabajo con las personas más prominentes del país para planear la reapertura del país. Esto, a pesar de las advertencias de los especialistas de la salud, ante los pésimos resultados hasta ahora: ser el país con más contagios y fallecidos del mundo, seguido de Italia y España.
"Mucha gente está de acuerdo conmigo. Nuestro país no está diseñado para cerrar", ha dicho Trump a la cadena Fox News. No hay nada más terrible que tener al villano viviendo en casa y esto lo están sintiendo en carne propia todos los estadounidenses y los inmigrantes como Iván y Carol, mucho más.
La joven chimbotana reafirma que efectivamente las labores no se han paralizado. “Aquí (en Estados Unidos) todos trabajan; solo las personas que trabajan en oficina, lo hacen desde casa”, acota.
En Utah, dice, solo la parte norte están en cuarentena. “Pero no es cuarentena como en Perú: aquí la gente puede salir a trabajar, ir a supermercados, salen a hacer ejercicios, pueden salir a restaurantes a comprar comida y llevársela”, describe.
Carol manifiesta que los restaurantes están limitados y solo trabajan los empleados esenciales, pues solo brindan el servicio de comida para llevar. Pero otras empresas, afirma, siguen como si nada. “Por ejemplo, en la fábrica donde yo trabajo hasta ahora se está contratando a más personas”, señala.
Un detalle importante es la manera de cómo se maneja el sector salud en los Estados Unidos y cómo afecta a los inmigrantes que tienen menos recursos económicos que un ciudadano norteamericano.
Si llegas a enfermarte de COVID-19 en Estados Unidos, primero tienes que pagar 200 dólares (677.66 soles) para realizarte la prueba rápida, pues no es gratuita. Una vez diagnosticado, si no cuentas con un seguro privado (otorgado por un trabajo formal), el sector salud cubrirá todos tus gastos, pero luego te cobrarán y tendrás que pagar todo lo que invirtieron en ti, en caso de que logres vencer al nuevo coronavirus. Y es que, claro, no olvidemos que en ese país el servicio de salud es privado.
“Aquí la salud es privada y es muy cara”, dice la joven chimbotana que aún no tiene un seguro de salud.
Ciudadanos de Springville realizando compras en un supermercado mayorista.
COLOFÓN
Estos cuatro chimbotanos felizmente no han perdido su empleo por el impacto del COVID-19 en sus países de residencia. Y a pesar de que corren el riesgo de contagiarse al exponerse a diario en sus labores, tienen que continuar con la jornada pues no les queda de otra. En unos meses sabremos si les fue mejor que a nosotros.
(Redacción El Ferrol)