Tiene 68 años de edad, es diabético y no ha recibido ayuda del Estado. A pesar de todo eso, don Julio no está dispuesto a dejar el oficio que ejerce desde hace más de medio siglo en el centro de Chimbote.

Es miércoles 27 de enero. Es verano y en Perú faltan cuatro días para que el departamento de Áncash regrese a un encierro de 15 días, debido a la segunda ola de la COVID-19. Es un día soleado y los zapatos impecables y bien lustrados de don Julio, un hombre de 68 años, nos llaman la atención.

—Esta es mi vida, es mi pasión —expresa, mientras tomamos nuestra distancia y nos sentamos a conversar con él.

—Mis hijos no quieren que salga a trabajar —dice y sonríe mientras alista sus utensilios para lustrar zapatos.

Julio Salinas Villanueva es un chimbotano que ha trabajado desde los 9 años de edad como lustrabotas, o lustrador de calzados como él prefiere que se nombre a su oficio. Amable y alegre, recibe a 10 personas que diariamente se acercan a su módulo de trabajo, ubicado en la esquina de Manuel Ruiz y Ladislao Espinar. Asegura que lustrar es su terapia y si se lo quitan sería como quitarle la vida. 

Durante su dilatada experiencia con los betunes y la escobillas, le ha sacado brillo al calzado de gran número de chimbotanos. Por sus manos, dice, han pasado los zapatos de abogados, fiscales, ingenieros y autoridades. Cada cliente ha sido un caso distinto pero él ha tratado a todos como el mejor.

Su jornada comienza a las 9 de la mañana. Llega y se ubica en su lugar de trabajo, en pleno centro de Chimbote, y se queda allí hasta las 5.30 de la tarde. Actualmente, es parte del Sindicato de Trabajadores Lustradores de Calzado (Sintraluc), el cual está afiliado a la Federación Nacional de Trabajadores Lustradores de Calzado (Fentraluc). Además, manifestó que los lustradores de calzado de encuentran protegidos por la ley n° 25249, ley que ha creado una Caja de Protección y Asistencia de los Trabajadores Lustradores de Calzado del Perú (Cajapatrac), gracias a esto recibe una escolaridad equivalente a 100 soles y en navidades recibe una canasta de víveres.

Su puesto, fabricado con tripley y madera de color azul, combina perfectamente con su atuendo: polo y gorra azules, pantalón y zapatos negros, estos últimos  perfectamente lustrados. Don Julio cobra 2 soles por lustrada.

Don julio ha trabajado más de 50 años como lustrador de calzados en Chimbote.

—Lustrada con pomada cuesta dos soles, con tinte es cuatro soles, con tinte especial es 7, la limpieza de zapatos de gamusa con polvo vale 5 y con tinte es 8 soles. Una cambiada de color, 10 soles. Todo es al gusto del cliente —comenta.

—Mi hija me dice: ¡Papá tiene que ver usted la pandemia, el contagio! Pero yo no le tengo miedo a la pandemia. Si te tuviese miedo, estuviese enfermo —dice con picardía.

Salinas es padre soltero y ha sacado adelante a sus dos hijos lustrando calzados. Ambos hijos, hoy convertidos en adultos de 30 y 31 años, tienen cada uno una carrera profesional, algo que le llena de orgullo.

Lamentablemente, el lustrabotas de 68 años padece de diabetes y pertenece al grupo de riesgo del COVID-19. A pesar de eso, sale tres veces todos los días a la semana a laborar. (Los lunes, miércoles y viernes). “Cuando no había pandemia sacaba por día entre 40 a 50 soles y al mes llegaba hasta mil soles”, menciona. Hoy el panorama es distinto, al día puede ganar entre 15 a 18 soles.

Don Julio vive actualmente con sus dos hijos mayores y su yerno. No ha recibido ningún bono económico por parte del Estado para mitigar los problemas económicos ocasionados por la pandemia. No percibe una pensión, ni pertenece a ningún programa del Estado, solo tiene Seguro Integral de Salud (SIS). Dice que acatará la cuarentena total.

—Ahora, toca descansar, hay que respetar la cuarentena —señala.

Don Julio aún no es consciente de la gravedad de la pandemia. Pero no tiene más opción que trabajar. Así como él, hay miles de pobladores que batallan contra la pobreza cada día. Trabajan y viven del día a día, y se las ingenian para seguir resistiendo.

A partir del domingo entraremos en cuarentena estricta. Don Julio vivirá de sus pocos ahorros. Pero, ¿ cuánto podrá resistir?

(Redacción El Ferrol)

 


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