Sabor a Perú, una banda conformada por músicos desempleados, sale a la calle todos los días a buscarse el sustento para sus familias.

Desde hace dos meses, David Neciosup Alfaro y sus cuatro compañeros recorren las calles de Chimbote y Nuevo Chimbote. Al son de marineras y huaynos van dándole color a los días grises de estos tiempos de pandemia. David perteneció a una famosa orquesta de cumbia, sin embargo, la pandemia paralizó sus conciertos. De regreso en Chimbote, ha empezado de cero. Sin ningún subsidio económico que lo sostenga, no le importa caminar largas horas en mercados, zonas peligrosas o soportar gente malhumorada. La música es su vida y tiene que subsistir de ella.

Es viernes y David, percusionista de 35 años de edad, está en el populoso Mercado La Perla junto a Johny, Jorge, Dante y Sergio, músicos chimbotanos de diferentes edades, para iniciar un día más de trabajo. Ellos integran Sabor a Perú, una banda musical en tiempos de coronavirus. Su jornada empieza temprano, 7 de la mañana, pues es día de parada y hay que aprovechar la mayor concurrencia de personas. 

Cada uno lleva puesta una casaca naranja que los identifica como miembros de la banda. Caminan por el mercado tocando huaynos, marineras, merengues y salsas; las personas los miran alegremente y les dejan monedas. Sergio García, el más joven del grupo, se encarga de recolectar el dinero en una botella de plástico colocada en la punta de un palo para cumplir con el distanciamiento social.

“La pandemia ha afectado a todos. A los músicos nadie los apoya, no hay bonos. Al arte y la cultura nadie apoya, ni en los gobiernos locales. Entonces, nosotros salimos a la calle a buscárnosla por nuestras familias”, menciona David.

A las 11 de la mañana terminan su jornada en La Perla. Ahora, enrumban para el barrio del PPAO, en Nuevo Chimbote. Los integrantes de la banda Sabor a Perú tienen un repertorio variado; los géneros musicales más pedidos son marineras y huayno.

David y sus amigos durante una jornada en el mercado La Perla. 

El director de la pequeña banda, David,  cuenta que antes de la pandemia estuvo trabajando en Lima en una orquesta muy conocida en todo el país llamada “Los cinco de oro”, que daba conciertos en grandes escenarios de diferentes ciudades y países, pero todo eso ha quedado en el pasado.   

De pronto la mañana sorprende con un incandescente sol. El grupo hace una pequeña parada en una bodega para comprar agua, antes de seguir.

—El miedo siempre está. Hay zonas movidas. Gracias a Dios, no nos han asaltado— comenta David.

Mientras caminan tocando una marinera, jóvenes, adultos y niños se asoman por sus ventanas, algunos salen por el balcón y otros observan parados bajo el dintel de las puertas de sus casas. Los niños son los más emocionados. Hombres y mujeres donan monedas mientras la banda alegra los días de encierro por la COVID-19.

“Para mí es como una alegría inmensa. Ver a la gente emocionada nos emociona más”, dice Dante Barbarán Vásquez, un hombre 42 años de edad que toca el bombo y pone la sazón de humor a la banda con sus ocurrencias.

Dante ha trabajado en la orquesta de los hermanos Feijoo y decidió unirse a la pequeña banda también por necesidad. “Necesitamos música para seguir vivos en este mundo que estresa”, exclama. 

DURA SITUACIÓN

Durante la emergencia sanitaria por la COVID-19 el sector Cultura ha sido el más olvidado. A pesar de que el presidente Martín Vizcarra Cornejo ordenó el desembolso de 50 millones de soles para el llamado Bono para artistas, los lineamientos para acceder a él son varios y lentos. Y ni David ni sus amigos han accedido a este apoyo económico porque no cuentan con el tiempo para elaborar los documentos que prueben su pobreza y esperar a ser evaluados. Ellos trabajan todos los días. Sobreviven de su arte. “La hemos tenido difícil. Ahora salimos por las calles a trabajar y la gente con buen corazón nos arroja una moneda”, explica el director de la banda.

Ninguno de los integrantes de Sabor a Perú figura en los padrones del Estado para alcanzar un subsidio económico. David, quien convocó a sus amigos para conformar esta banda musical durante la pandemia, narra que hace mucho tiempo no perciben un sueldo estable; tampoco tienen un seguro de salud.

De lunes a viernes, desde las 9 de la mañana hasta las 5 de la tarde, recolectan a diario de 20 soles a 40 soles, pero hay días que no la han tenido fácil.

—A veces alcanza solo para nuestros pasajes o para llevar 10 soles para el almuerzo— menciona David Neciosup. 

Las personas salen de sus ventanas y dejan algunas monedas mientras Sabor a Perú alegra sus días.

Los músicos  siguen recorriendo las calles del PPAO y la algarabía de los niños se siente mientras le van dejando monedas a Sergio, siempre con la distancia debida. El dinero que reúnen es repartido equitativamente.

“Hay personas que a veces tienen miedo por la misma pandemia y nos deja una moneda en su ventana y se le entiende porque esta pandemia ya ha cobrado varias vidas”, dice el joven de 19 años de edad.

David añade que en su caso la pandemia trajo algo bueno, pues extrañaba a su familia, pues en la orquesta donde estaba viajaba por todo el Perú, pero ahora está junto a ellos.

“Por la misma pandemia, por la misma necesidad de los músicos que la estamos pasando muy mal, mi esposa, mis hijos me apoyan y desde ahí surgió formar esta banda, con músicos locales”, cuenta.

Sabor a Perú recorre las calles de los barrios de Miraflores, Trapecio, Miramar Alto, Miramar Bajo y algunas zonas del distrito de Nuevo Chimbote. “Por el centro de Chimbote no vamos tanto porque hay mucha aglomeración de gente”, explica David. 

A pesar de exponerse a diario, hasta ahora ninguno se ha contagiado con la covid, sin embargo, a principio de la pandemia la esposa de David se contagió. Pero aun siendo una persona vulnerable, se recuperó.

Hasta la fecha, la COVID-19 ha cobrado la vida de 1487 ancashinos, según la Dirección Regional de Salud Áncash.

Jonhy Castro Espinoza, de 32 años de edad, es el trompetista. Jorge Vásquez Guerrero, el saxofonista. Este último nació en Pacasmayo, pero hace más de 10 años que vive en Chimbote.

Ellos seguirán recorriendo las calles chimbotanas, pues para ellos la música significa más que un modo de supervivencia. “Siempre un músico alegra la vida de las personas. Nosotros tocamos y la gente sale de sus casas. La gente nos apoya; la vida de un músico es así, es como un payaso. Reímos por fuera y por dentro nos limpiamos las lágrimas”, comenta David.

El reloj marca la 1 de la tarde. Los músicos tienen que almorzar y hacen una parada en un menú de las polvorientas calles del PPAO. Se acomodan para comer y descansar un poco. Pero no tienen mucho tiempo. Por la  tarde, habrá que seguir tocando.

(Redacción El Ferrol)


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