Comedor que daba alimento a más de 80 familias del pueblo Mi Paraíso ya no atiende más por falta de ayuda.

Es mediodía y en los arenales del cerro San Pedro, en lo más alto del distrito de Chimbote, no hay comida. “Ni siquiera tenemos para preparar caldo (agua con verdura y fideos)”, cuenta Virginia Flores, habitante del asentamiento humano Mi Paraíso. Ella cocinaba para la olla común Hermanas de Cristo, una de las más de 20 que hay en el sector, pero hoy este comedor ya no existe.

En lo más alto del cerro San Pedro, en el sector de las invasiones, viven Virgina y Carmen , mujeres guerreras que desde que comenzó la pandemia de la COVID-19 se organizaron y conformaron una olla común para alimentar entre 60 y 80 familias.

Virgina, de 51 años de edad, acaba de recuperarse de la COVID-19. Ironías de la vida, se contagió cuando ya no cocinaba en la olla común. Después de un mes en cama, ya se ha recuperado. Ella trabajaba vendiendo papa rellena y huevos sancochados en el mercado Dos de Mayo, pero desde que inició la cuarentena, ya no ha podido cumplir esa labor.

“No entiendo cómo pude contagiarme. Ya no trabajaba y salgo de mi casa con mascarilla para ir a la bodega”, comenta.

En su hogar, Virginia vive junto a su esposo e hija de 18 años de edad, felizmente todos superaron al temible mal. Ella recibió medicina del Seguro Social de Salud (SIS) y se atendió en el Hospital Regional Eleazar Guzmán Barrón.

SIN AYUDA

La olla común Hermanas de Cristo se conformó a los pocos días de declarada la cuarentena en Perú, es decir a finales de marzo.

“Primero nos reunimos entre los vecinos, llamábamos, apuntábamos, colaborábamos. Uno ponía el arroz, otro el aceite y así cocinábamos en la olla común. Cuando recibíamos ayudas (víveres) solo pedíamos la cuota de 1 sol o 50 céntimos para comprar lo que faltaba”, precisa Virginia.

Fueron tres mujeres las fundadoras de la olla común y funcionaba gracias a la ayuda de algunos empresarios y gente de buen corazón; cuando no recibían estos apoyos solidarios, cada vecino colaboraba con 2 soles, este era un pago por hogar. “Hay algunas familias que no daban nada, no tenían de dónde, entonces cocinábamos lo que teníamos e igual les dábamos”, recuerda Virginia.

Ahora, la realidad es distinta. Desde hace un mes y medio la olla común Hermanas de Cristo está cerrada. La razón: ya no llega la ayuda —principalmente de empresarios— y los vecinos, ya en el quinto mes de cuarentena, no tienen dinero para aportar. La unión que había al inicio se ha esfumado.

Carmen Herrera, una mujer de 27 años de edad, lamenta que las autoridades regionales y provinciales se hayan olvidado de su pueblo y los demás del cerro San Pedro. 

“Las autoridades de la Municipalidad Provincial del Santa (MPS) solo han apoyado a una olla común del asentamiento humano Mi Paraíso, pero el sector es grande. Acá somos como seis ollas comunes y en mi sector no ha llegado ninguna ayuda”, menciona. 

Ambas mujeres señalan que no han recibido ningún bono económico por parte del Estado y menos el último bono universal de S/ 760. Canastas de víveres de la municipalidad provincial: tampoco.

“Yo pido a las autoridades que por favor nos apoyen, aquí somos varias familias. Al lado de mi casa, viven cinco niños huérfanos menores de edad que necesitan ayuda”, reclamó Carmen.

SOBREVIVIENDO

Virginia y Carmen aún no pueden salir a trabajar por el estado de cuarentena en Áncash que durará hasta el 31 de agosto y por el temor al contagio. Los esposos de ambas han conseguido trabajos eventuales que no generan muchos ingresos, pero al menos les sirven para batallar contra el hambre. “Sobrevivimos con lo que hay”, dice Virginia.

En la olla común que improvisaron afuera de la casa de Carmen, con dos ollas, cucharones y un poco de leña, no solo repartían almuerzos sino también cenas. 

Carmen, la más joven, dice que a veces preparaban arroz con menestras, a veces lo acompañaban con huevo frito, en los días de suerte podían preparar un guiso de pollo —que era un lujo para ellas—. Y para la cena reunían las menudencias y preparan un caldo, otras veces cocinaban avena. 

En los arenales del cerro San Pedro funcionaban más de 20 ollas comunes. Actualmente, solo algunas de ellas están inscritas en la Municipalidad Provincial del Santa y funcionan.

Si usted desea realizar algún tipo de ayuda puede comunicarse con Carmen al número 988562842. 

LA NOTA EXTRA

“El agua la medimos como oro”

Los asentamientos humanos de Chimbote, específicamente “Mi Paraíso”, afrontan a la COVID-19 desprotegidos, pues no hay agua potable y tampoco se han realizado campañas de descarte de la enfermedad.

Por el barrio de Carmen y Virginia pasa todos los días una moto carguera vendiendo agua a un sol cada balde, a la semana ellas pueden consumir 30 o 40 soles de agua.

“El agua la medimos como oro, a veces no tenemos con qué comprar el agua, nosotros no tenemos un trabajo estable. Vivimos del trabajo del día”, menciona Virginia.

(Redacción El Ferrol)

 


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