En Jesús de Nazaret, cuatro mujeres vuelven a unir esfuerzos para alimentar a las familias de sus vecinos más pobres. Piden una cocina industrial y víveres.
En las invasiones del cerro San Pedro, Rosa Valderrama Pandura y Esther Rosales Morillo acomodan los utensilios, alistan las ollas y se ponen los mandiles. Son las 10 de la mañana y ambas se encargarán de alimentar a las familias del asentamiento humano Jesús de Nazaret. Es miércoles y les toca cocinar saltado de vainita con papas fritas para alimentar a 20 familias.
Rosa y Esther son integrantes de la olla común Jesús de Nazaret, conformada el año pasado durante el primer mes de la cuarentena por la COVID-19. Es el fruto del esfuerzo diario de ellas y otras dos mujeres: Ana Jaico Rodríguez y Carmen Rosales Morillo. Las cuatro se turnan para realizar la colecta de víveres y cocinar. Todos los insumos y alimentos que utilizan son colaboraciones de sus propios vecinos.
Tras estar desactivada por dos meses, desde diciembre de 2020, este lunes la olla común ha resurgido como el ave fénix para seguir alimentando a las familias de Jesús de Nazaret, en la nueva cuarentena decretada por la arremetida de la COVID-19. “La misma necesidad nos ha hecho empezar nuevamente”, comenta Esther, la secretaria.
La hora avanza, ya es mediodía. Los vecinos llegan con sus mascarillas en la cara y sus ollas en las manos. Esther recibe a los vecinos y Rosa se encarga de servir. Hoy les tocó cocinar solo a ellas dos, mañana será el turno de Carmen y Ana.
Luis Acosta, chofer de colectivo que gana 18 soles al día, es uno de los vecinos beneficiados. Con orgullo, resalta la labor de las cuatro mujeres que día a día alimentan a madres solteras y casi 60 niños. “Es una gran ayuda la labor de ellas. Con lo que uno gana no alcanza en la casa, (…). Aparte, hay buena sazón y bastante higiene; no se amontonan y no hay aglomeración”, rescata.
Rosa Valderrama, la líder el grupo, llegó de Pucallpa cuando tenía 14 años. De tez morena y carácter fuerte, con cuatro hijos a su cargo, se da tiempo para cocinar y gestionar todo lo necesario para que la olla común siga funcionando. Cuenta que pararon en diciembre del año pasado porque no tenían ayuda ni colaboraciones de los vecinos.
—Los vecinos traen de lo que tienen en su hogar para poder cocinar. Yo no tengo riquezas, pero lo poco que tengo lo comparto —exclama Rosa.
Las mujeres ya han terminado de repartir los almuerzos y los vecinos se alejan. Ahora les toca lavar las ollas y los utensilios. Rosa comenta que mañana cocinarán olluquito y repite frecuentemente que lo que más necesitan es una cocina industrial grande para cocinar mejor y más rápido para más familias pobres. “Ninguna autoridad ha venido por acá. Este asentamiento humano está olvidado y no tenemos lo esencial que es el agua”, remarca.
NI BRICEÑO NI SAGASTI
Rosa Valderrama y sus compañeras pidieron al alcalde provincial Roberto Briceño Franco apoyo con la cocina industrial y los víveres, o algo mucho mejor: que reactive el comedor popular que funcionaba en el pueblo en 2016 y cuyo trámite de reactivación está detenido en la Municipalidad Provincial del Santa.
Para la actual cuarentena, decretada desde el 31 de enero en Áncash y otras nueve regiones del país, el presidente Francisco Sagasti anunció que se apoyaría con alimentos a las ollas comunes, de modo que las familias más pobres soporten los 15 días del confinamiento. Si bien en Lima ya se ha repartido alguna ayuda, hasta la fecha no hay ninguna noticia de cómo se hará lo mismo en el interior del país.
AYUDE A LA OLLA COMÚN
Si usted quiere apoyar en la olla común de a las familias del asentamiento humano Jesús de Nazareth, puede llamar al 953109715 y conversar con Rosa Valderrama. Toda ayuda será bienvenida. Es momento de ser solidarios.
(Redacción El Ferrol)