Falta de agua en la parte alta de la subcuenca del Río Loco, en el distrito de Pamparomás, pone en peligro cultivos de pequeños productores agrarios.

Gerardo Reduciendo Menacho rastrojea las últimas papas yungay chata que le ha dejado la anterior cosecha, en su pequeña parcela del centro poblado de Pisha, en el distrito de Pamparomás, región Áncash. Surco a surco y con pico en mano busca el alimento que ayudará a mantener a su familia durante los siguientes meses en esa zona alejada de la sierra peruana. Es lo único que tiene debido a que la falta de lluvia le impidió sembrar otros productos de subsistencia.

Los campos de la subcuenca del río Loco, en Pamparomás, deberían estar pintados de verde por la siembra de cebada, trigo, arveja, chocho y papa. Sin embargo, hoy los cerros se ven negros o grises por la escasez de lluvia. La temporada de precipitaciones cada año empieza en diciembre y termina en abril, pero a la fecha apenas llovió dos semanas.

“Estamos muy preocupados. No llueve. Durante enero solo ha llovido una vez y con eso no podemos sembrar”, cuenta Gerardo Reduciendo, quien hace agricultura a más de 3400 metros de altura sobre el nivel del mar.

Mientras Gerardo busca papas, al otro lado de su campo su sobrino Sergio Milla prepara la tierra con un arado de taya arrastrado por toros. Piensan sembrar holantao. Aunque iniciar una campaña agrícola en estas condiciones es un juego de azar porque no se sabe qué pasará en los siguientes días. La incertidumbre carcome la vida de los pobladores.

La subcuenca del río Loco tiene 16 caseríos y el 75 % de su terreno cultivable necesita exclusivamente de la lluvia para regarse. Y el campo es lo único que tienen para sobrevivir los peruanos de esa parte del país. Así lo advierte Sabino Palmadera Milla, agricultor del caserío de Antaracá, otro pueblo de la subcuenca.

“Si no hay lluvia, vamos a morir de hambre. No tendremos qué comer. Estamos sobreviviendo con algunos productos que todavía tenemos de la anterior cosecha”, señala Sabino, quien ha sembrado un cuarto de hectárea con 100 kilos de semilla de papa para una cosecha de 2 toneladas en mayo, pero todo podría perderse si no llueve.

Represamiento de agua

La falta de agua por la escasez de lluvias podría mitigarse con la construcción de obras de represamiento por el Gobierno Regional de Áncash o el gobierno nacional. “Necesitamos obras de represamiento en la zona de Caparinancocha. Si no se hace, entonces no se podría solucionar el problema”, resalta el teniente gobernador del centro poblado de Pichiu, Pedro Milla.

El mismo pedido hace Juan Cerna, director ejecutivo del Servicio para el Desarrollo Integral Rural (Sedir), una organización dedicada a la promoción del desarrollo de la pequeña agricultura.

“Aquí no hay nada qué inventar ni discutir porque no hay muchas opciones para encontrar una solución: obras de represamiento en la parte alta y cochas en la zona intermedia del valle. El gobierno regional y central deben poner su mirada en esta parte del país porque hay más de 8000 familias que viven de la pequeña agricultura”, señala Cerna.

A pesar de que los productores agrarios han participado en diferentes mesas de diálogo para tratar el problema de la falta de agua. No hay indicios de que el Estado invierta en la subcuenca del río Loco.

MORO TAMBIÉN

La falta de lluvias no solo afecta a los cultivos de la parte alta de la subcuenca del río Loco, en el distrito de Pamparomás, sino a los de la parte baja en el distrito de Moro. En los últimos años se ha ampliado la frontera agrícola de más de 3000 hectáreas de palto para la exportación, pero sin tener en cuenta que no existe la cantidad de agua suficiente. Una situación similar ocurre con el cultivo de mango.

La región Áncash y principalmente el distrito de Moro es zona exportadora de palta y mango que han mejorado notablemente la economía de las familias, pero en un mediano plazo aquel auge económico podría afectarse por la falta de agua y la previsión de obras de represamiento.

(Nota de prensa de Sedir)


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