Félix Vásquez Álvarez
INGENIERO AGRÍCOLA Y MIEMBRO DE LA DEFENSORÍA DEL PRODUCTOR AGRARIO
En la costa de Áncash tenemos cinco juntas de usuarios en gestión, la más grande es la Junta de Usuarios Irchim, seguida por las juntas de Santa, Nepeña, Casma y Huarmey, las cuales fueron creadas para administrar los recursos económicos y financieros de sus integrantes para el periodo 2021-2024, basadas en la Ley N.º 31801, Ley que Regula las Organizaciones de Usuarios de Agua para el Fortalecimiento de su Participación en la Gestión Multisectorial de los Recursos Hídricos. La naturaleza de estas organizaciones de usuarios es la de canalizar la participación de sus integrantes en la gestión multisectorial y uso sostenible de los recursos hídricos, siendo así, entonces nos preguntamos: ¿por qué muchas de ellas se alejan de sus funciones como tal?
Es muy notorio para los ojos y oídos de los cientos de miles de usuarios de agua para riego, que muchos directivos de estas organizaciones de usuarios no vienen cumpliendo a cabalidad sus funciones. Algunas de estas juntas trabajan sin coordinación previa, así como abandonan a su suerte a las comisiones de usuarios, peor aún a los comités de regantes cuyos presidentes solos ayudan a las comisiones de usuarios a monitoreas ciertas acciones.
Qué falta hace una buena fiscalización. En definitiva, el resto del consejo directivo solo atina a avalar lo que se gasta o lo que se deja de hacer, muchas veces incumpliendo las metas del POMDIH. Algunas de las juntas han sido objeto de serios cuestionamientos en la rendición de cuentas, con gastos exorbitantes, así como una deficiente exposición de los motivos de cumplimiento de metas y acciones.
Los agricultores siempre piden claridad, transparencia en el gasto, así como mayor participación del personal técnico en campo, cuyas deficiencias de asesoramiento se ven reflejadas en el divorcio junta y comisiones, siendo en mayor énfasis en la junta Irchim, la cual tuvo que aprobar su balance económico con apenas 14 usuarios. Las demás quizás han hecho un buen trabajo y por ello no han sido cuestionadas, más aún, agotadas las veces de intento de aprobar el balance, la Autoridad Local del Agua, se convierte en un ente sordo y mudo, que mucho deja hacer y deja pasar.
¿Cómo podemos ir superando estos temas de divorcio dirigencial, a fin de sacar adelante una organización de usuarios? Creemos que su trabajo debería estar abocado más al campo que a un escritorio, realizar un verdadero diagnóstico y tener una idea del tipo de canal secundario o de tercer orden, muchos de los cuales aún son de tierra o están deteriorados. Hace falta hacer gestión con perfiles y expedientes técnicos que pudieran ser financiados por los organismos del Estado, llámese municipalidad, gobierno regional o del propio Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego que, dicho sea de paso, anualmente no gasta más de 35 % de su presupuesto.
El área técnica de una junta de usuarios debería de realizar dichos estudios. Sabemos que algunas de ellas tienen la capacidad técnica para poder formular y orientar la gestión de conseguir recursos. Muchas de las obras que aún se vienen ejecutando, datan de la etapa de la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios, estudios que fueron formulados en 2020 y 2021, así como gestionados por directivos anteriores. Todo ello fue a consecuencia de los daños producidos por el fenómeno El Niño 2017 y que todavía no concluyen, siendo otros que han sido dañados nuevamente en marzo de 2023, como es el caso de algunos canales en Nepeña.
Creemos que las juntas de usuarios deberían tener un personal capacitado para diagnosticar y realizar estudios a nivel de perfil y expedientes técnicos para que, mediante convenios tanto con el PSI, la subregión, la municipalidad provincial o distrital, se agilice la formulación de los estudios para conseguir su ejecución. De lo contrario, los cientos de agricultores seguirán esperando que el Estado les asigne recursos económicos y técnicos, como es la costumbre. Un claro ejemplo de gestión, es la Junta de Usuarios de Jequetepeque que tiene un área de estudios y gestionan recursos sobre todo para ejecutar el revestimiento de sus canales.
También es necesario mencionar que el productor agrario requiere de refuerzos técnicos para sus cultivos, ya sea para incorporar materia orgánica al campo, el control de malezas, incorporar nuevas variedades de semilla con alto porcentaje de germinación, fiscalizar los sistemas de labranza y de cosecha, sobre todo cuyas máquinas requieren ser calibradas cada cierto tiempo; no es posible que un agricultor se esfuerce en cultivar y las cosechadoras dejen regados los granos que se escapan por pésima o deficiente calibración, sobre todo los de maíz y arroz. En esta labor de fiscalizar a la maquinaria agrícola una junta de usuarios no tiene mayor injerencia, por lo que debería de promover alianzas estratégicas con SENATI u otra entidad, a fin de propiciar estas exigencias en el campo, sobre todo porque una junta, muy aparte de sus responsabilidades, podría promover este tipo de acercamientos con los empresarios.
Se espera que el agro pueda tener nuevos cuadros técnicos y dirigenciales que permitan oxigenar siempre esa falta de empatía entre los directivos y sus agremiados. La buena marcha institucional dependerá del tipo de esfuerzo que hagan sus directivos. Nunca es tarde para poder enderezar el rumbo y con un buen timón conducir la alicaída junta de usuarios, muchas veces vapuleada por su omisión de funciones o reacción tardía frente a casos emblemáticos recurrentes, como es ante la ocurrencia de desastres o el silencio ante un Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego que no la “chunta” con ministros colocados por favores políticos o intereses de ciertos gremios, que no son de agricultores sino de grandes empresas o de grupos de poder político.
Creemos que aún hay esperanza de mejorar, si es que se renuevan compromisos entre los gremios agrarios de riego y los propios usuarios, si se produce una mayor transparencia en el gasto y un mayor acercamiento mediante talleres de campo y no en un auditorio donde muchos se duermen porque no hay costumbre de participar sentado, queriendo aprender de expositores “aprendices”, dicho sea de paso. Las charlas deberían darse en el campo, allí donde se requiere identificar el problema o nuevas técnicas para mejorar la productividad; es allí donde el agricultor participa, ve y analiza, conjuntamente con los técnicos, y el aprendizaje es mejor.
Estamos en el mes del campesino, días donde se revalora al hombre del campo. Muchos recién despiertan el 24 de junio para rendirle homenaje. Creemos, y estamos convencidos, que el campesino, el productor agrario le mete pasión al agro, una pasión por hacer cada día mejor las cosas y con ello producir más, aun cuando se tiene situaciones adversas como el clima, los precios de los insumos, así como los costos de producción. La humildad del productor no debe ser aprovechada por el desconocimiento que tienen muchos del esfuerzo de un campesino, una familia agrarista que ve llegar el producto a su mesa cada mañana. Seamos dignos de sacarnos el sombrero por cada agricultor que veamos.
Cascajal, 20 de junio 2024